Era la primera semana de julio, y el Centro Marista de Formación en Guatemala parecía más tranquilo de lo habitual. Del 3 al 7 de julio, sus pasillos, normalmente llenos de voces alegres y entusiastas, se convirtieron en un refugio de serenidad y contemplación. Aquí, una selección de hermanos y laicos maristas se habían reunido, dispuestos a dejar a un lado el ruido del mundo por un tiempo y entregarse a una experiencia de silencio y oración contemplativa.
Guiados por el Hno. Antonio Peralta y el Sr. Alfredo García, ambos venerados miembros de la provincia Mediterránea en España, estos individuos emprendieron un viaje inmersivo hacia el centro de su fe. «Sentir sed de escucha y encuentro», compartió uno de los participantes, al describir el fuerte anhelo que lo llevó a esta aventura espiritual. Durante su estancia, encontró algo que muchos buscan pero pocos encuentran: la capacidad de simplemente «estar con Dios».
En medio de este silencio y contemplación, se desvelaron secretos sencillos pero profundos. Se redescubrió que estar ante la fuente inagotable de Vida no era un acto grandilocuente, sino un momento humilde y enriquecedor que podía renovar, tranquilizar y motivar a seguir el camino de la vida con la devoción de un «hermanito de María».
Como Maristas de Champagnat, esta experiencia nos ha renovado en nuestro compromiso de seguir cultivando nuestra espiritualidad. Nuestra misión marista sigue vigente: llevar la luz de la fe y la esperanza a los niños y jóvenes más desfavorecidos, y hacerlo con profundidad y fecundidad. Porque sabemos que el amor y la esperanza son como semillas; requieren cuidado y paciencia, pero una vez plantadas, pueden dar fruto en los lugares más inesperados.
