Ser vinculado marista es:
- Una gracia porque me hace sentir más cercana a una familia espiritual que me acoge y me forma;
- Una responsabilidad porque me impulsa a dar lo mejor de mí misma en el servicio a los demás;
- Un regalo porque me llena de alegría y esperanza;
- Y un desafío porque me exige crecer en la fe y en el amor.
En resumen, ser un vinculado marista ha sido un viaje de descubrimiento, significado y compromiso. He adquirido compromisos más profundos hacia mi comunidad, estar más atenta a los llamados de la provincia, cosa que me inspira y que me guía en cada aspecto de mi vida, he encontrado un propósito y una conexión que dan forma a mi viaje espiritual y personal de una manera más profunda y gratificante.
En mi caminar marista, descubrí que no sólo me conectó con las raíces de mi fe, sino que también me sumerjo en una comunidad que abraza mi espíritu y valores. Ser vinculado marista ha sido un viaje que ha transformado mi percepción de la vida y la espiritualidad, alentándome a seguir los pasos de San Marcelino.